Si bien una mejora del transporte público suele ser la mejor opción para reducir el tráfico en las ciudades, habitualmente en el desarrollo de los proyectos de movilidad sostenible conviene apostar por medidas realistas. Y siendo realistas, son contadas las ocasiones en que la gente está dispuesta a cambiar la comodidad y flexibilidad de su automóvil por líneas de transporte que muchas veces no cuentan con la frecuencia ni con el confort necesario para ganar la partida al vehículo privado.
Una de las posibles soluciones es compartir coche. La idea es (en principio) sencilla: se trata de que las personas con orígenes, destinos y horarios similares compartan un mismo vehículo, de manera que se pueda reducir hasta en 4/5 el número de automóviles en circulación. ¿Dónde es esto más aplicable? En centros de trabajo, pero también en otros lugares como pueden ser los centros educativos (padres que llevan a sus niños al colegio o estudiantes que acuden a la Universidad). Evidentemente no es tan fácil como puede parecer, ya que hasta las personas que comparten destino y horarios suelen tener orígenes dispersos, o son reacias a compartir coche con un desconocido, o simplemente no se esfuerzan para organizarse y cooperar, o no son consciente del coste real que supone sacar a diario el coche del garaje.